marzo 01, 2010

Los Brillitos



Los brillitos que tanto me gusta que se refleje en el lente de la cámara, son todas las mascotas que se han muerto hasta entonces; todos los fantasmitas que saben que los quisimos como se quiere a un hermano, corriendo desde el sol y jugueteando con las nubes, acercándose lo más que pueden a sus dueños para nunca olvidarlos y moverles la cola o ronronearles desde el cielo.

Extrañare mucho a la Pelusa, ni si quiera tuve la oportunidad de verla sin vida, pero eso me hubiera agrietado mucho más; estuvo con nosotros muchos años y nunca se cansó de pedirnos con su patita de uñas largas que la acariciáramos una y otra vez. Tampoco les conté de cuando Rambo desapareció, ellos eran la pareja, los reyes de los cachorros del Mezquital. Quién sabe si Rambo esté muerto, yo creo que sí, creo que se fue para que no lo viéramos perder la vida, fue considerado, fue uno de los mejores, con todo y sus mordidas amargas.

Adiós a mi pareja preferida, sé que no he sido un chico tan bueno, pero espero poder llegar a ese paraíso en el que los encuentre a todos ellos y nunca dejar de jugar en una cama gigante, en un jardín infinito, en una carne asada sin final, en la que les serviré todos los huesos en una bandeja de cristal, un lugar en el que no exista el baño y en el que siempre mencionemos la palabra “vámonos” para pasearlos en el coche y que le ladren por la ventana a los extraños.

Ahora que escribo esto, recuerdo muchas de las cosas que viví con ellos. Me acuerdo que a Rambo lo sacaba al parque cuando era un cachorrito, yo tenía obesidad infantil y él siempre quería correr y correr y correr; nunca pude seguirle el paso. Cuando se escapaba de la casa, corría, volteaba a ver que iba tras él, se esperaba y cuando estaba cerca de atraparlo corría aun más, siempre hacia lo mismo, de seguro se reía mucho, después de varias veces de hacerlo se dejaba atrapar y me lamía los brazos. Cuando llegaba de la escuela, y él estaba afuera, me veía desde lejos y corría a recibirme y casi me escalaba para que lo cargara. A Pelusa le daban unos ataques cuando me veía, empezaba a correr en círculos resbalándose y golpeándose con las paredes, era como una especie de ritual de bienvenida en el que perdía la razón. Muchas veces, cuando me hipnotizaba el televisor, ella alejaba el aburrimiento sacudiendo uno de los peluches que tenemos en el sillón, el rinoceronte era su favorito… Ah, voy a extrañar a ese par de perritos.

Rambo, terminó tuerto y con la cadera rota por escaparse una vez y durar cinco semanas fuera de casa, era un perro fuerte y con carácter. El tonto no aprendió la lección, se escapó de nuevo y ya nunca regresó… o como digo, tal vez se alejó para morir. A Pelusa se le complicó la hernia que tuvo durante mucho tiempo, los doctores decían que era demasiado débil para aguantar una operación y creo que así fue como nos dejó solos.

Los extraño y extrañare mucho, hasta el día en que los vuelva a encontrar junto a la Mishu Gris al final de mis días.

Adios Pelusa, Adios Rambo.

3 comentarios:

unasimplegalleta dijo...

:(

aun tienes a michu loo (:
y a el blanco, "el perrito"
el es nuevo, pero se ve que sera un travieso, tal vez rambo lo envio para que lo cuides
:b

Jorge G dijo...

a la tristeza, cotorreate con ella

lariina. dijo...

owww.