noviembre 02, 2009

Brain Eaters



Ayer mi madre me sirvió con regaños el desayuno: Una rebanada tostada de mi cabeza, cubierta con miel, mermelada, mantequilla y mucho Nutella; tardé 59 minutos para tomar el tenedor, encajar el primer pedazo y llevarlo a mi efervescente boca. Delicioso, pero el dolor de cabeza me estaba matando.

Cuando di la mordida, una fuerza invisible me dio una bofetada en la mejilla derecha, tan fuerte que caí de la silla; era el recuerdo del cumpleaños de Jazzmín, tenía ya mis manos y el cuello de la camisa empapados en salsa de las Alitas, me la estaba pasando en grande con los fuckers y la cumpleañera, hablando de las chicas que desaparecieron esa noche y de las mil situaciones que pudieron haber provocado que se esfumaran. Aun tengo atorado en mi garganta un hueso de aquella fiesta, cada vez que empiezo a sonreír, me hace cosquillas y termino en una casi infinita serie de carcajadas que me dejan morado, casi muerto.

Le di un trago a mi tarro de leche, su frescura me recordó el sabor ficticio de la Shitty Honey del día de nuestra Marcela. Fue la noche en la que cometimos la gula siete veces en el Ihop, cuando los que faltaron nos acompañaron en un dibujo preescolar. Celebramos a Marcela con pancakes, cream pies y la amarga plática sobre la vida real de Pops.

Ese par de pollitas se la pasaron muy bien en sus días, cómo no? Si tienen buenos hombres que saben consentir, y claro, a todos los motherfuckers que tanto las divierten.

- mamá, como que se te pasó algo el desayuno... no?

Por la noche del sábado, la noche de los muertos vivientes y del millón de personajes que salieron de tu televisor a hacer destrozos en el centro de la ciudad. Acabamos en una casita llena de espantos, donde el hombre sin rostro desgarró su guitarra, el sheriff de ningunlado falló sus tiros por la cerveza, el civil hizo lo de siempre, muy bien, ahora entre monstros y yo toqué el saxofón rodeado de hawaianas que me perfumaban con sus jardines exóticos. Las canciones de los Aurora Turbo, siempre me envuelven en una especie de manta chispeante que me motiva más a perderlo todo de una manera entretenidadivertida. Por lo que no pude dejar de envenenarme, aun y cuando casi me secaba por las miradas de aquella ninfómana que les robó el alma a cuatro novios en el lugar, yo los vi, marchitos en diferentes partes de la casita, vestidos para la boda que ya nunca tendrán.

Fue una noche horrorosa, de sangre, heridas grandes y sonrisas hechas con machetes.

No puedo esperar por la siguiente Noche de Brujas.

- oh no, olvídalo madre, el desayuno te quedó delicioso… en su punto!!!

Valió la pena el crunchcrunch de cada pedazito tostado de mi cabeza.

2 comentarios:

Jorge G dijo...

pinche ninfomana... falte yo

Alejandra Arévalo dijo...

creí que te había ya escrito todo lo que opino sobre esta entrada. Waaa hoy me di cuenta que no. En fin. Cabeza tostada.